viernes, 27 de noviembre de 2009

Slumdog Millionaire

Ser uno más en la masa deforme de una sociedad tercermundista, en la que tenés que ser mago para vivir bien laburando, a veces me fuerza a tener esos pensamientos cotidianos que rayan la imbecilidad. "Si me gano el quini...". Y juego de vez en cuando, por supuesto. En el tiempo que pasa entre que pagué mi boleta y veo los resultados del sorteo al otro día, me permito soñar como un flor de pelotudo. Porque la lógica personal (que nunca, pero nunca es lógica) nos dicta el simple dogma de que si jugás, en algún momento lo vas a ganar. Si no fuera así, nadie malgastaría $4 en un papelito con los 6 números más perversos de nuestro teritorio.

Por supuesto que al ver los resultados de cada sorteo, la realidad me pega de lleno en la mandíbula, cual uppercut mortal de la Tigresa Acuña (porque la trompada de un boxeador puede ser letal, pero si te da una mina, aparte de morir, quedarás en la historia como un indigno maricón no merecedor de la vida). Y esta última definición cabría perfectamente para aquéllos que viven del sueño que nunca llega. Y como no quiero ser hipócrita (hoy no; mañana vuelvo), tengo que admitir que a veces me interno en ese maravilloso mundo de la planificación de un futuro que nunca va a llegar. Aunque se justifica plenamente como mecanismo de defensa, para abstraerme de las estupideces monumentales que se comentan en mi trabajo.

La necesidad de escaparle a la monotonía de la realidad, nos puede hacer desear que ocurra ese milagro que nos catapulte, sin razonamiento alguno, a patearle el escritorio a nuestro jefe para mandarlo a la mierda y sacarle una foto mental a la cara de pelotudo buenoparanada que ponga en ese momento. Esa gloriosa posibilidad pareció rozarme de cerca por unas confusas horas, en las que me encontré en una especie de purgatorio económico, a punto de que el destino decida si continuaría siendo un pobre mentecato de la masa subdesarrolada, o pasaría a ser un nuevo rico que malgastaría su inmensa fortuna al mejor estilo Ricardo Fort.

Abrir los mails a las 7 a.m. es el primer acto rutinario que indica una mecánica de negación instantánea. Lo único que me motiva a esa hora al entrar al trabajo, es ponerme frente a la pantalla e ignorar a todo el mundo. No entiendo cómo hay gente que a esa hora se ríe, hace chistes y emana buena onda. Es física y psiquicamente imposible. Por eso reviso el buzón de correo de la misma forma que un okupa miraría debajo de la puerta, aún sabiendo que nadie va a escribir. Porque de todas las personas con las que me relaciono, soy el único que está en un escritorio a esa puta hora.

Hace unos días, cuando cumplía con mi rutina de las 7 a.m., un correo me llamó la atención. Estaba en inglés y no era un virus. Decía algo así como: Felicitaciones, ganó el premio 2009 de Ford Motors Company. Cuando lo abrí, me encontré con un texto formal, de oficina, que me explicaba cómo, por medio de una selección aleatoria de direcciones de mails, yo había sido el afortunado ganador de nada menos que 999.999,00 libras esterlinas (1.638.800,00 dólares o 6.225.400,00 pesos). O sea, de miles de millones de seres humanos que tienen una cuenta de correo electrónico, yo era el único beneficiado por la Diosa fortuna del universo Bill Gates.

Sonriendo a causa del escepticismo que genera una situación de este calibre, respondí el correo para continuar con el "trámite de pago". Así de fácil. Acto seguido, encontré un nutrido número de foros donde había gente de todo el mundo plasmando sus experiencias con estos generosos premios. Se confirmaba la sospecha. Porque, utilizando el sentido común, ni siquiera haría falta consultar sobre estas cosas. Pensémoslo bien: el heredero de Henry se despierta una mañana de buen humor, y mientras lee en New York Times sobre el incremento en las ganancias de su compañía, decide que ya se cansó de utilizar el rostro verde de Franklin para limpiarse el culo. Así que, sintiéndose una especie de Madre Teresa pero con una ducha diaria, determina que Ford le va a regalar un millón de libras esterlinas a algún perejil que se dedique a boludear por internet.

Como si esta teoría reveladora no fuera suficiente para dar por tierra con la mentira de un estafador, al rato recibí otro correo. Esta vez el gigante de la tecnología LG me avisaba que me acababa de hacer acreedor de su premio anual de 750.000,00 euros (4.247.128.00 pesos). Ya acumulaba 10.475.528,00 pesos. Podía hacer mi propio quini 6.

Ford Motors me contestó diciendo que para poder hacerme con el cheque del premio, tenía que pagar los costos de envío. Bien desmenuzado cada servicio, lo que yo tenía que abonar sumaban unas 610 libras (3.800 pesos). Una ganga teniendo en cuenta que acababa de ganar más de seis palos criollos gracias a su empresa. Apelando al sarcasmo con identidad argentina, intenté plasmarlo en mi respuesta escrita en inglés (seguramente nuestros chistes boludos en castellano, en inglés se convierten en pelotudísimos). Luego de explicarle lo que significaba ese costo de dinero para un sudaca y la poca credibilidad de todo el asunto, lo despaché diciéndole que si me pagaba ese costo de servicio le obsequiaba la mitad del premio. Ganábamos los dos, sin dudas.

Pensé que no iba a contestar más. "Este ya se dio cuenta que lo estamos boludeando", creí que diría. Pero me equivoqué. Un estafador puede ser un hijo de puta, pero jamás se sentará en la mesa de los mediocres. Su insistencia es el motor del convencimiento que terminan generando en los giles a los que roban.

Su último correo no tardó en ingresar en mi buzón abstracto. Haciendo énfasis en la preocupación que le ocasionaba mi caso, este caradura me contaba como había logrado que su "gerente" aprobara que me cobraran un importe menor por el costo del servicio (de 610 se bajó a 280 libras), y que se tomaba el trabajo de enviarme "pruebas" adjuntas al mensaje, para verificar la autenticidad del premio. Haciendo uso de mi tiempo laboral al pedo, miré atentamente las imágenes de la mentira: un pasaporte de vaya a saber quién y dos certificados con mi nombre, dirección y leyendas en inglés que afirmaban que yo era el feliz poseedor de tamaña fortuna. Las firmas pertientes terminaban de confirmar la veracidad del premio de Ford.

Tegno que reconocer que tanta insistencia, discurso y envío de documentos dibujados, hace a uno desviarse un poco de la realidad. Este hijo de Antonini Wilson salido del congreso argentino hasta me hizo dudar por un momento.

"Pero la puta madre... y si yo me estoy haciendo el pija y resigno esta guita por creerme un groso que se la sabe?... Me la corto."

Por suerte, la realidad volvió a depositarme bruscamente en mi lugar. Estos forros deben hacer bastante guita con gente que es un poquito más pelotuda que yo, y que por dudar un segundo más, terminan pagando lo que les piden, para luego esperar en la puerta de su casa un sobre que nunca va a llegar.

Decidí no contestar más. En cambio, me impuse ponerle buena onda a mi vida y disfrutar de mi trabajo, porque eso es lo que tengo, y hoy en día es todo un lujo. No funcionó. Enseguida nomás, llegó un último mail. Esta vez la lotería de Inglaterra me había premiado con 2.350.000,00 libras (14.663.143,00 pesos). Mi decisión fue drástica, como el problema que la motivó: cerré la cuenta de correo. Sólo de esta manera evitaría que todos esos números me conviertan en un nuevo protagonista de las salideras bancarias.

Ahora, un poco a la distancia, pienso que en un día gané 25.135.528,00 pesos. Y todavía no pude patear el escritorio de mi jefe.

martes, 10 de noviembre de 2009

Que vuelvan el chileno Alfredo, Ruth Infarinato y el Chico Migraña

Hacía mucho tiempo que no veía una canal de video clips. Desde que MTV comenzó a dedicarse al negocio de los reality shows y el rock empezó a transitar por la decadencia artística del nuevo milenio, la música en imágenes perdió todo el interés que alguna vez había generado en mí.

A principios de los 90, programas como Headbangers eran de presencia casi obligatoria al frente del televisor. Los Video Music Awards tenían un atractivo especial, que no sólo abarcaba las interesantes ternas que abrían el camino al prometedor rock alternativo de la época, sino también por los potentes shows en vivo que las mejores bandas y/o solistas de prestigio, nos regalaban a través de la pantalla.

Hoy en día, los canales musicales se encargan de multiples estrellitas pop, pseudo rockeros de pacotilla, personas comunes que se muestran viviendo sus patéticas vidas y bandas de mierda presentando videos de mierda. Aunque la señal VH1 (de MTV) recuerda nostalgicamente a aquéllos tiempos de antaño, yo no lo puedo disfrutar porque mi señal de cable no lo integra en su puta programación. Así que para mí, salvo por ciertos clips de algunas señoritas que explotan en el tubo del Telefunken, estos canales no valen la pena.

Sin embargo, hace unos días me encontré mirando un video por la tele. Estaba haciendo zapping en una tarde de fin de semana en la que el Fútbol para Todos amenazaba con generarme un coágulo en la cabeza, y me quedé paralizado ante el clip de un cantante. La melodía arrancaba pegajosa y las imágenes se anunciaban coloridas. Se trataba del último video de Mika, un cantante semi nuevo... flaquito, con buena voz (masculina/femenina) y una cierta presencia escénica.

En la historia de los cantantes, han habido y hay señores de la voz que han sobresalido más por sus cualidades artísticas que por sus vidas personales. Y aunque todos sabían que se comían la tarasca, ellos siempre llevaron su putez con una elegancia y un glamour que cualquier Flavio Mendoza mataría por tener.

Freddie Mercury, George Michael, Prince (no se bien para donde tira el negro, pero da re puto), Michael Jackson (este comía todo... y quiero decir TODO). Estrellas que fueron conocidas por el talento, y que en base al buen gusto pudieron mostrarse tal cual eran: unos dignos bufarras. No creo que a nadie, por más homofóbico que fuera, le hubiera resultado desagradable ver algún video de Queen o Boy George, en el que se notara implicitamente, el amor que sentían por el muñeco.

El nuevo clip de Mika transcurre en un dormitorio. Ahí está él, cantando, con su cama detrás, el torso desnudo, zapatillas de Piñon Fijo y boxers de viejo (blancos de tela común, no elastizados). Y cuando la música levanta, este hijo de Bergara Leumann, empieza a bailar frenéticamente, dando saltos de bailarina que revelan la frustración de niño por no haber sido admitido en la Academia de Ballerinas Maximiliana Guerra.

Salta, se envuelve en sábanas y acolchados al tiempo que da giros vertiginosos en el aire, explota toda su expresión corporofacial, corre en el lugar zarandeando su desgarbado cuerpo, sacude sus enrulados cabellos. “El video es un mensaje”, pienso mientras contengo a mi dedo pulgar para que no se abalance sobre cualquier botón del control remoto. Las imágenes me muestran el variopinto vestuario que esta estrella posee: trajes de Pettinato al cuerpo, remeras de Stripper menopáusico, sombreros de Willy Wonka y pantalones brillantes de Shakira.

Y sí, este tipo está pidiendo a gritos que le den felicidad a su rosquete. Sin mensajes ocultos, el flaquito se muestra desesperado por recibir algo que parece negársele hace un tiempo. Hasta Pablito Ruiz lleva su condición de masca trapo con más dignidad que este esqueleto con coxis alegre. ¿Cuándo fue que las ofertas por mensaje de texto de celular mutaron al formato video musical? Mandá Mika al 2020 y recibí el baile alocado del bufarrete.

Aunque mi opinión no le importe a nadie, yo le diría a este muchacho que con los dólares que robó con dos temas pedorros que todas las moscas compraron, se podría garpar un buen taxiboy, sin necesidad de enterrar para siempre su orgullo gay. Porque, como dijo Belgrano en su famoso discurso de 1813, “el hombre puede ser puto, pero primero es hombre”.

Link del video
http://www.youtube.com/watch?v=IKXxb3o_RdQ&
Pueden ver cualquier otro clip de este tipejo. (No hay ni uno como para Coco Silly).

lunes, 2 de noviembre de 2009

Las mentiras de internet

Qué lejos estamos del primer mundo. Si el planeta es una aldea global de pitufos conectados por bluetooth, como predijo Marshall McLuhan luego de desayunar con ginebra Bols, nosotros todavía andamos con los cables recubiertos de tela. Porque no por estar integrados al hueveo intercontinental que propone internet, nos podemos considerar militantes del comunismo virtual que propone la igualdad de pelotudez entre un universitario con acné, una ama de casa desesperada y un empresario exitoso con tratamiento frecuente en el Boston Medical Group.

Es cierto que la conexión interpersonal que nos ofrece la red de redes, te permite entrar al baño de cualquier gorda para mirar fascinado cómo se depila la pantorrilla con un tramontina untado en jabón blanco. Es verdad que tenés la posibilidad de desquitarte del hijo de puta de tu jefe, ensuciándolo con una cadena "anónima" de mails, con fotos de él en actitudes mimosas con un par de travas que recuerden a la pareja de centrales del sorprendente Camerún del `90. Pero estas entretenidas actividades no hacen más que convertirte en dependiente de una pantalla, un teclado y un mouse.

Parecía imposible que el cantautor Roberto Carlos pudiera cumplir su sueño de tener un millón de amigos. Sin embargo ahora, con un simple registro en la comunidad de Facebook, podés tener tantos amigos como quieras... aunque ya no te vas a juntar a tomar un algo, comer un asado o jugar a la rayuela con tus nuevos compinches. Pero sí vas a intercambiar fotos en posiciones dudosas, videos de bloopers de la epoca del Videomatch de mostrador y frases pelotudas que se la tiran de filosóficas.

Aunque parezca la pregunta de una vieja emuladora de Mirtha Legrand, hay que enunciarla igual: ¿Dónde quedaron las relaciones personales?

Las parejas que se forman a través de internet son casos testigos de la deformación mutante de la civilización. No podemos omitir el lado bueno que tiene esta posibilidad para algunos inocentes seres que flotan por la vida imperceptibles, en la vorágine de la cotidianeidad. Comunicarse a través de la pantalla, puede ser liberador tanto para una persona tímida como para un tipo que se siente cómodo tipeando como un galán, sentado en slip y comiendo un chegusán de mortadela.
Pero saltar los distintos niveles de un noviazgo sin tener la oportunidad física de "colocar el amigo", es la principal causa formadora de asesinos seriales de camisa, anteojos y voz aguda.

Internet está lleno de servicios, mediante los cuales, supuestamente, agilizás un montón de trámites para obtener un bien que antes te costaba tiempo, dinero y paciencia. Infindades de rubros se pasean ante tu vista, llevándote a pasar el límite de la tarjeta de tu viejo en boludeces. Amén de todo esto, hay motivos que te excluyen como argentino de disfrutar de los beneficios de internet, a la hora de llevar a lo material aquéllo que se te ofrece en el mundo virtual.

Las transacciones internacionales de dinero a través de sitios especializados para estas tareas, funcionan perfectamente en naciones civilizadas. Por supuesto, en nuestra querida Argentina, estas operaciones son como peces que caen atrapados en redes, y luego son ingeridos por los malvivientes que regulan las leyes castradoras, sacándote más lágrimas que a Guido Suller frente a un plato de milanesas con papafritas.

Pasando en limpio: si pegaste un laburito internacional a través de internet, o a tu blog entraron un par de publicidades, o tenés un pariente compasivo que te quiere enviar unos dólares desde el exterior, seguramente a ese dinero te lo van a depositar en una cuenta virtual. Son sitios seguros, que te dan la posibilidad de manejar el vil metal como mejor se te antoje. Podés comprar una muñeca inflable sin desenmascarar tu Mastercard, o podés depositar tus billetes en tu cuenta bancaria. Esto, si vivieras varios grados más al norte de donde estás sentado ahora. Porque si juntaste 200 dólares en 6 meses, y querés retirarlos para terminar de pagar el radiador del 3CV modelo `76, te vas a encontrar con unos problemitas.

Porque cobrar esa guita es un calvario insufrible. Entre comisiones e impuestos, te van a desnudar. Vas a ver cómo las pirañas te arrancan los pedazos despojándote de lo que a duras penas te ganaste por derrochar tu tiempo frente a la computadora. Y eso, si tenés la divina suerte de cobrarlo alguna vez. Porque en realidad, para el BCRA, si recibís dinero extranjero, es probable que seas un eslabón de alguna mafia prusa que se encarga del lavado de dinero. Así que tu plata probablemente quede estancada inútilmente en tu cuenta, esperando a ser malgastada en un vibrador con mp3 y reconocimiento de voz.

Al final, internet es indignante. Porque es como una zona roja, donde te paseas mirando las vidrieras donde te bailan gordas bigotudas con medias de red y cigarrillos de cenizas largas, pero vos no podés tocar nada. Y te desesperás, sí. Y terminás violentándote, logicamente. Porque si a un perro le mostrás durante un tiempo un hueso, y al final nunca se lo das, te va a masticar el rostro hasta convertirte en el vivo reflejo de Flavia Miller sin maquillaje.