lunes, 26 de octubre de 2009

Le teoría del perro callejero

La observación ocasional de las acciones diarias de las personas, es lo que nos acerca un poco más a la comprensión del comportamiento humano. O no; quién sabe... Algunos prefieren leer a autores de nombres complicados para llegar a entender por qué preferimos la bermuda en verano, el fernet con coca o la milanesa con papafritas (la "papafrita" es un concepto en sí mismo, por lo tanto se escribe todojunto).

Yo pienso que el Todólogo hecho y derecho (Todólogo: sujeto que sabe un poco de todo y mucho de nada), es aquél que encuentra una respuesta simple a una pregunta compleja. O sea, en términos fáciles de entender: habla al pedo, más que nada. Pero ojo, muchas veces, las respuestas de este sujeto revelan ciertas verdades no descubiertas por eruditos con títulos pomposos.
Es así que, rodeado por una mezcla de curiosidad, incoherencia no asumida y alpedísmo en estado puro, llegamos a elaborar este aborto de teoría que nos devuelve al Reino Animal; porque al fin y al cabo, eso somos...

Desde chicos escuchamos hablar de nuestros orígenes argentos. Como país inicialmente poblado por inmigrantes, que vinieron a organizar orgías descontroladas en un lugar donde nadie les rompía las bolas, no hay dudas de que nuestro génesis no es más que una mezcla de todo. Imaginálo así: tu primer antepasado fue un español que se apareó con una india, una negrita linda que no escatimaba cariños al gallego borracho. Uno de sus hijos, se casó con otra descendiente de españoles, con la que tuvo cuatro hijos. Pero a su vez, tenía una amante recién llegada de Italia, a la que, como Dios manda, le hizo un borrego. Este último pobre diablo, no era una hermosura, pero tenía un don preciado para las mujeres de todos los tiempos: un zodape digno de estampar en un lienzo con la firma de Picasso. Y cuando llegó a la edad laboral (13 años) hizo lo único que podía hacer: se convirtió en taxiboy. Así, preñó a una veintena de mujeres maduras. Y de alguna de esas viejas putas, descendés vos. Aunque el historiador amanerado que te cobró $ 3.500 por confeccionar tu árbol genealógico, te haya hecho ver lo que vos querías ver: que sos descendiente de la realeza.

Es así que, comparándonos a los seres humanos con nuestros amigos caninos, llegamos a comprender una verdad oculta bajo el manto de los Tinellis, Maradonas y Riales: los argentinos somos como los perros callejeros.

Las civilizaciones modernas de la mayoría de los países del mundo, se pueden clasificar tranquilamente como razas de perros. Ovejeros Alemanes, Labradores, San Bernardos, Caniches, Rottweilers... Fácilmente identificables por sus rasgos distintivos. Lo mismo ocurre con los españoles, alemanes, suizos, rusos, holandeses, africanos, ingleses, etc.

¿Qué pasa si cruzamos un Ovejero Alemán con un caniche? Nace un argentino.

En este rancho de Nicole Neuman a gran escala en el que vivimos, nos encontramos con todo tipo de especímenes. Hay buenas cruzas, que casi que confunden con la raza original. También encontramos muchos "raza perro" que poseen un buen porte, apreciable pelaje y mejor postura. Están los barbinchos, simpáticas criaturas con hiperactividad que ni loco subís a tu cama. Y por último, los engendros cuadrúpedos que un día la naturaleza en estado de ebriedad se encargó de crear.

Como argentinos, nos vanagloriamos de las bellezas femeninas que circulan por nuestro territorio. Dentro de este grupo, hay de todo. Y si bien muchas callejeras pueden pasar por ejemplares de raza, ninguna puede escapar a la verdad: son todas perras.

Ahora bien, así como es justo reconocer la hermosura exótica de muchas de nuestras perras, hay que decir que la otra cara de la moneda también existe. Es aquí donde podemos ver el riesgo de las cruzas indiscriminadas. Ejemplares genéticamente defectuosos, que sólo por la compasión del prójimo pueden gozar de la no existencia de una legislación que los sacrifique por un bien común. Aunque, el hambre hormonal del perro callejero macho alfa, hace de éstos especímenes un mal necesario; sobre todo cuando las cualunques "potables" se las tiran de Siberianas.

Para terminar, veamos la comparación presente asociada al comportamiento del argentino medio. El perro callejero es un animal bastante vivo. Aunque no le dice que no a nada, podría vivir únicamente con sus necesidades básicas: comer, dormir y fornicar. A menudo, vaga en busca de algún hogar que lo acepte por su cara de bueno, donde pueda comenzar una nueva vida llena de comodidades y ocio permanente, sin necesidad de esfuerzo. Pero a pesar de esto, su alma de callejero sigue viva, y por tanto volverá tarde o temprano a rondar el asfalto con el objetivo claro: una perra para servir. Y si tiene que pelear por esto, mostrará sus colmillos a quién se atreva a desafiarlo, aunque siempre lo caguen a trompadas... digo, a mordiscos.

Por más que nuestra condición argentina de perros callejeros sea irreversible, cabe preguntarse cómo sería nuestra realidad si perteneciéramos al Kennel Club. Y sólo se puede seguir con la metáfora para llegar a develar la incógnita.

Imaginá que entrás a una casa muy grande y te encontrás con millones de horribles pequineses, hacinados, con la lengua afuera y su mirada kirchnerista perturbando tus futuros sueños para siempre. Todos se comportan de la misma manera, actúan sincronizadamente reflejando un estricto adiestramiento. Siempre pensaste que el pequinés podía ser simpático (aunque nunca va a dejar de ser horrible), pero esta horda de engendros peludos entrenados para responder masivamente a una simple orden, te eriza el vello del virulo (para el que no sabe qué es el virulo, lo describiré a pedido). ¿Ya descubriste qué país oriental comunista representa la casa?

O peor. Pensá qué ocurriría si al ovejero líder de tu jauría se le ocurriera que sólo tiene que haber ovejeros, porque ésa es la raza superior. Y su locura lo llevara a formar un gran ejército de ovejeros para exterminar a los perros que no pertenezcan a su raza. ¿Te suena familiar?

En fin, esta ensalada en la que vivimos, con carencia absoluta de identidad y más preocupados por boludeces que por otra cosa, no reviste peligro alguno a la integridad del mundo animal. Por eso, tal vez lo mejor sea seguir vagando, y aferrarnos a los beneficios de ser perros callejeros.

Chau.
(Quiero aclarar, párrafo aparte, que los perros de raza son maricones y muy pelotudos, y a las pruebas me remito: mi perro es un idiota, y aunque lo quiero, a veces me dan ganas de patearlo como si fuera Roberto Carlos shutando un tiro libre desde 40 metros. Esto afirma la teoría. He dicho)

viernes, 23 de octubre de 2009

¿El regalo perfecto?

No hay dudas de que la vida en pareja tiene vaivenes propios de la relación entre dos personas. Gozar y padecer son dos caras de una misma moneda. Y está bien que así sea. No podemos pretender que la vida de una pareja (dure uno, diez o cincuenta años) sea siempre igual que la primera semana de novios. La psicología nada ha podido definir en este campo complejo de las relaciones humanas, donde entender a “la pareja” es más difícil que teorizar sobre el comportamiento sexual del terodáctilo.

Si bien, después de un tiempo, perdemos cierto interés en las necesidades de la otra persona, hay ocasiones de las que no podemos escapar. Para el hombre, hay tareas difíciles y hasta mortificantes a la hora de complacer a una mujer. Una de ellas es el regalo.

Cada vez que se acerca una fecha marcada en el calendario, empezamos a sentir el peso de tener que hacer algo bien. Y como muchas veces este periplo puede llegar a convertirse en un calvario, vamos a analizar algunas opciones a la hora de gastar dinero con el objetivo de satisfacer a la mente más compleja del reino animal.

Ropa
Una mala decisión, no hay duda. Apenas entrás a un local de ropa femenina te encontrás con un mundo que odias al instante. Mujeres que cuchichean entre prendas, sacan perchas como caramelos de una bolsa y hablan en un léxico que para vos resulta más difícil de entender que el código de los navajos en la Segunda Guerra Mundial.
Por defecto, cuando un hombre entra a un local de este tipo, siempre está lleno. Entonces, ahí estás vos parado, esperando que te atiendan, mientras te ahogas con el aire viciado de hormonas femeninas en estado de compra, sintiéndote un completo pelotudo.
Cuando al fin se acerca la vendedora simpática y complaciente, vos ya no sabés que mierda estás haciendo ahí. Te sentís más visitante que viendo un Brasil – Argentina en el Maracaná. Para colmo, cuando balbuceás el nombre de una prenda, esta chica, con cara de ternura (no ternura sexual, ni siquiera ternura infantil... más bien la ternura que se le tiene a un discapacitado), te pregunta: ¿qué talle es?
¡La puta que me re parió! Pero para que mierda entré...
Si decidís meterte en esta batalla perdida, tenés que saber qué vas a comprar. Y el talle aproximado, aunque sea. Eso sí, no creas que porque ella te viste como al tipo que siempre quiso tener y no resultaste ser, vos tenés el mismo derecho. Olvidate de la remerita sexy rockera que le viste a esa pendeja en el centro que te carcomió el cerebelo. No vas a lograr que piense otra cosa que no sea: “éste está buscando otra; conmigo no está conforme”, y pelotudeces de ese tipo. Ni hablar de hacerte el Hugh Heffner y comprarle lencería. “Este quiere una trola”. Aparte si te sentiste un pelotudo en una casa de ropa, en una de bombachas vas a querer que un francotirador te ajusticie por imbécil.

Perfume
Vamos a ser sinceros, el tipo medio argentino no tiene para comprar el perfume original que le gusta a su pareja. Y los dueños de las marcas más conocidas son unos hijos de mil puta que estafan a la gente robándoles por esos frasquitos de mierda.
Si comprás un imitación por 10 mangos, sos una rata de alcantarilla, y el maestro Splinter es una lauchita al lado tuyo. Aparte, si tomás esta decisión de Rain Man, andá tomándote las medidas para el cajón.
Por último, tenés las otras marcas. Las que no tienen a una Carolina Herrera prometiéndote el paraíso en líquido color pichi. Huelen bien, se acercan a tu presupuesto y la transacción suele ser rápida y sin problemas, porque el que le compra un perfume a una mujer es considerado un tipo galán.
Para ella va a ser tipo un premio consuelo. Está bueno el perfumito, pero ella esperaba el Flower By Kenzo...

Tecnología
Hay veces en las que te levantás a la mañana y te sentís un tipo distinto, innovador, original. Tenés un As en la manga y vas a sorprender a tu chica con algo que no se espera. Entonces te vas al negocio del gordo forro que te estuvo robando durante el útlimo año por cada pelotudez con batería recargable que le compraste, y le pedís un lindo mp4 para tu mujer, o una cámara de fotos digital. O podés ir más lejos, pulverizar tu tarjeta de crédito y adquirir una netbook para ella. Un excelente regalo que cualquier persona sabría apreciar.
Tené en cuenta que la mujer no es muy amiga de la tecnología. Ella necesita compañía de carne y hueso, y no un aparatito que la entretenga.
“Ya no tengo 15 años...” piensa, mientras vos estás haciendo cola en el sector de créditos del banco para poder pagar la luz de los últimos tres meses.

Hay un montón de otros regalos que en un momento podemos llegar a catalogar como de “justos para ella”, sin pensar en las repercusiones que van a tener en su cabeza.
Si le regalás un conjunto para hacer gimnasia, va a pensar que la ves gorda. Si le regalás algún artículo para el hogar, va a creer que querés que sea tu sirvienta. Si le regalás algún set de cremas, va a deducir que la ves vieja. Si le regalás un perro, va a estar segura de que no querés tener un hijo con ella. Si le regalás flores va a pensar que vale poco.

Y si sos un tipo con mucha guita... no creo que estés leyendo esta página cualunque. Pero si vos que estás al pedo, pensás que alguna vez te vas a ganar un loto millonario y vas a conformar a tu reina del pororó con un collar de diamantes que le queme la retina ante la exposición al sol, te estás precipitando. Después de eso le vas a tener que dar un Mercedes descapotable, después un yate de lujo, después una mansión acorde a su título real... y así hasta volver a dejarte como estás ahora: pobre y zaparrastroso.

Después de algunos años de experiencia, puedo aseverar que el que pergeñó por primera vez la frase “a la mujer no hay poronga que le venga bien”, acababa de hacer una definición muchísimo más completa que todo el libro “El ser y la nada” de Jean-Paul Sartre. Pero no es para desesperar.

Tené en cuenta que por cualquier cosa que le regales, ella te va a corresponder con cara de Pablito Ruiz con novio nuevo, aunque en ese momento tenga una imágen tuya desangrándote hasta morir. Y seguramente vas a tener la recompensa que buscás: una atención sexual completa, sin dejar lugar libre de la exploración oral. Al fin y al cabo, te lo merecés.

Ahora bien. Si alguna vez, le entregás un presente a tu novia/esposa/concubina, y ella te espeta un “¿esto me compraste?” con cara de Polino de cera, o un “¿esto valgo yo para vos?” con cara de Rinaldi en trance, no lo pienses: clavále una estaca en el corazón ahí nomás, sin mediar palabra. Eso no es una mina, es el hijo del mismísimo demonio.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Una genialidad, por favor


A menudo me encuentro en un momento de ocio incómodo, ese en el que no sé que mierda hacer, porque podría hacer muchas cosas, pero al final no hago nada. Yo lo comparo directamente con la cena de Navidad o Año Nuevo. ¿Para qué tanta comida? Es como si ver tanto pollo, vitel toné, budín de arroz, ensaladas con morrones, peceto y pan, te empachara antes de probar bocado. Y al final, terminás comiendo el puto pollo, que para mí a esta altura es el animal más de mierda que pueda haber creado Dios para comer. Incómodo y aburrido. Y encima, a veces, blasfemamos contra la parrilla al tirarle un pollo. ¡Ése es lugar exclusivo de cuadrúpedos, malnacidos!

Hay un montón de opciones para pasar el rato. Podría leer, mirar una película, jugar al solitario, ver a Rial picando carne de pelotudo, navegar a la deriva por internet sin otro rumbo que la nada misma, o aprender a tocar la mandolina. Pero el vacío interior hace que me quede quieto, casi como taxidermizado.

Entonces, evalúo la posibilidad de un cambio radical. Y trato de ahuyentar los fantasmas que me recuerdan que la mayoría de los íconos que uno admira, ya habían trascendido a mi edad... largamente. Incluso intento olvidarme de aquél ex compañero de la secundaria, que ahora se da la vida del empresario exitoso, que disfruta de todo tipo de favores... todo por herencia, por supuesto.

Me pongo a pensar en algo. Lo que sea que me pueda sacar del agujero de mi patética cotidianeidad. Busco opciones... y las evalúo. Me encuentro con un abanico variopinto de posibilidades. Escribir un libro, componer una canción, pegarla en un negocio, crear una nueva y exótica raza de perros, elaborar una teoría física innovadora, inventar un artilugio tecnológico que salve la vida de miles de emos, afiliarme a un partido político para convertirte en el próximo hijo de puta del siglo...

Recurro a la historia, y recorro la vida de algunos personajes que quedaron inmortalizados por esos momentos de genialidad que los tocaron como una varita mágica. Reflexiono sobre el límite entre el genio y el boludo. ¿Será así, que Dios le da un poco más de masa encefálica a unos que a otros? ¿Es posible que haya personas que vean más allá del plato de comida, un culo y dos tetas?

Después de reventarme varias neuronas, concluyo alegremente, que no existe tal cosa de la genialidad. ¿O acaso creen que al forro de Newton se lo llamaría genio si no hubiera tenido el orto de que una manzana podrida se le cayera en la cabeza? ¿O si el pelotudo de Arquímedes sería recordado si no se hubiese olvidado de cerrar la canilla, antes de rebalsar la bañadera con su cuerpo y salir a la calle en pelotas a gritar "eureka", mientras la mujer lo corría con el escurridor y el trapo para que limpiara el desastre? ¿Y qué me dicen de Sócrates? ¿Eh? Si hubiera habido algún ser con cierto sentido común a su lado, cuando totalmente en pedo pronunció la frase: "sólo se que no se nada", seguramente con un escueto "sos un pelotudo, Sócrates", lo habrían puesto en su lugar, y sólo sería recordado por ser pionero en las relaciones carnales con personas del mismo sexo.

Al final, trato de olvidarme del asunto. Porque dentro de las leyes de Murphy (que no es López), se puede leer una que dice que nunca vas a encontrar eso que buscás. Así que, no busques más, me dije. A la vida hay que fumársela en pipa, y ver que onda. Porque como reza el nuevo anillo del padrino del soccer argentino: "todo llega".

En una de esas, en algún momento de mi recorrido diario, algún murciélago con el radar descompuesto me pegue en la cara y me deje pensando sobre la imperfección de la naturaleza. Esa que nos da y nos quita, con la misma arbitrariedad que usaba Castrilli para cagarse en los jugadores de fútbol.

Chau. Y acuerdense de Toti Pasman, que está peor que todos nosotros... porque todavía la tiene adentro.

martes, 20 de octubre de 2009

Bemvindo, filho do Maradona


10 de la mañana...
Y la inactividad constante del lento día de hoy me hace hacer esto... crear un blog.
¿Por qué? No sé...
Y vos, que acabas de entrar y lees estas primeras palabras, te preguntás: ¿qué mierda va a haber acá?
Y yo te respondo que no tengo la más puta idea...
Porque puede haber de todo, que a la vez signifique nada. Todo dependerá de cómo se levante de la cama cada día el cerebro disfuncional que está detrás de todo esto.
Por lo pronto te puedo decir que tanto la dirección que te trae a este blog cual GPS del demonio, el título de esta página infame, y hasta el de esta publicación, están íntimamente relacionados. Aunque no parezca.
Toda nuestra vida es una mezcla de sensaciones que se asemejan al cócktail de pastillas tirabajo con bebidas tirarriba. Y eso no sólo por la simple condición humana... nosotros somos algo más complejos que el ser humano.
Sí, somos argentinos.
Por eso también el título de esta entrada. Porque aunque el programa pseudo cultural de Pergolini, El (Je) Gen Argentino, nos haya puesto en el altísimo lugar de ser hijos del Gran San Martín, sabemos dentro de nuestros hígados destruídos que eso es más falso que el saludo de Rial.
Somos hijos de Maradona. Ese es nuestro gen argentino, sin dudas. Aunque la gran mayoría de nosotros nos llevemos pésimo con la pelota de fútbol. Al punto que la redonda (que según el filósofo Quique "tapperware" Wolf tiene vida propia, y se distingue por ser caprichosa) nos huye despavoridamente cada vez que queremos hacernos los jugadores.
Veremos que sale de todo esto, si es que mañana no me agarra un ataque de apendicitis por la ingesta masiva de zulmalobato´s en Crónica Tv, y el presente espacio queda pululando en la nada... ocupando un inútil lugar en el cosmos virtual.
Chau. Activia llama.

Milo