viernes, 23 de octubre de 2009

¿El regalo perfecto?

No hay dudas de que la vida en pareja tiene vaivenes propios de la relación entre dos personas. Gozar y padecer son dos caras de una misma moneda. Y está bien que así sea. No podemos pretender que la vida de una pareja (dure uno, diez o cincuenta años) sea siempre igual que la primera semana de novios. La psicología nada ha podido definir en este campo complejo de las relaciones humanas, donde entender a “la pareja” es más difícil que teorizar sobre el comportamiento sexual del terodáctilo.

Si bien, después de un tiempo, perdemos cierto interés en las necesidades de la otra persona, hay ocasiones de las que no podemos escapar. Para el hombre, hay tareas difíciles y hasta mortificantes a la hora de complacer a una mujer. Una de ellas es el regalo.

Cada vez que se acerca una fecha marcada en el calendario, empezamos a sentir el peso de tener que hacer algo bien. Y como muchas veces este periplo puede llegar a convertirse en un calvario, vamos a analizar algunas opciones a la hora de gastar dinero con el objetivo de satisfacer a la mente más compleja del reino animal.

Ropa
Una mala decisión, no hay duda. Apenas entrás a un local de ropa femenina te encontrás con un mundo que odias al instante. Mujeres que cuchichean entre prendas, sacan perchas como caramelos de una bolsa y hablan en un léxico que para vos resulta más difícil de entender que el código de los navajos en la Segunda Guerra Mundial.
Por defecto, cuando un hombre entra a un local de este tipo, siempre está lleno. Entonces, ahí estás vos parado, esperando que te atiendan, mientras te ahogas con el aire viciado de hormonas femeninas en estado de compra, sintiéndote un completo pelotudo.
Cuando al fin se acerca la vendedora simpática y complaciente, vos ya no sabés que mierda estás haciendo ahí. Te sentís más visitante que viendo un Brasil – Argentina en el Maracaná. Para colmo, cuando balbuceás el nombre de una prenda, esta chica, con cara de ternura (no ternura sexual, ni siquiera ternura infantil... más bien la ternura que se le tiene a un discapacitado), te pregunta: ¿qué talle es?
¡La puta que me re parió! Pero para que mierda entré...
Si decidís meterte en esta batalla perdida, tenés que saber qué vas a comprar. Y el talle aproximado, aunque sea. Eso sí, no creas que porque ella te viste como al tipo que siempre quiso tener y no resultaste ser, vos tenés el mismo derecho. Olvidate de la remerita sexy rockera que le viste a esa pendeja en el centro que te carcomió el cerebelo. No vas a lograr que piense otra cosa que no sea: “éste está buscando otra; conmigo no está conforme”, y pelotudeces de ese tipo. Ni hablar de hacerte el Hugh Heffner y comprarle lencería. “Este quiere una trola”. Aparte si te sentiste un pelotudo en una casa de ropa, en una de bombachas vas a querer que un francotirador te ajusticie por imbécil.

Perfume
Vamos a ser sinceros, el tipo medio argentino no tiene para comprar el perfume original que le gusta a su pareja. Y los dueños de las marcas más conocidas son unos hijos de mil puta que estafan a la gente robándoles por esos frasquitos de mierda.
Si comprás un imitación por 10 mangos, sos una rata de alcantarilla, y el maestro Splinter es una lauchita al lado tuyo. Aparte, si tomás esta decisión de Rain Man, andá tomándote las medidas para el cajón.
Por último, tenés las otras marcas. Las que no tienen a una Carolina Herrera prometiéndote el paraíso en líquido color pichi. Huelen bien, se acercan a tu presupuesto y la transacción suele ser rápida y sin problemas, porque el que le compra un perfume a una mujer es considerado un tipo galán.
Para ella va a ser tipo un premio consuelo. Está bueno el perfumito, pero ella esperaba el Flower By Kenzo...

Tecnología
Hay veces en las que te levantás a la mañana y te sentís un tipo distinto, innovador, original. Tenés un As en la manga y vas a sorprender a tu chica con algo que no se espera. Entonces te vas al negocio del gordo forro que te estuvo robando durante el útlimo año por cada pelotudez con batería recargable que le compraste, y le pedís un lindo mp4 para tu mujer, o una cámara de fotos digital. O podés ir más lejos, pulverizar tu tarjeta de crédito y adquirir una netbook para ella. Un excelente regalo que cualquier persona sabría apreciar.
Tené en cuenta que la mujer no es muy amiga de la tecnología. Ella necesita compañía de carne y hueso, y no un aparatito que la entretenga.
“Ya no tengo 15 años...” piensa, mientras vos estás haciendo cola en el sector de créditos del banco para poder pagar la luz de los últimos tres meses.

Hay un montón de otros regalos que en un momento podemos llegar a catalogar como de “justos para ella”, sin pensar en las repercusiones que van a tener en su cabeza.
Si le regalás un conjunto para hacer gimnasia, va a pensar que la ves gorda. Si le regalás algún artículo para el hogar, va a creer que querés que sea tu sirvienta. Si le regalás algún set de cremas, va a deducir que la ves vieja. Si le regalás un perro, va a estar segura de que no querés tener un hijo con ella. Si le regalás flores va a pensar que vale poco.

Y si sos un tipo con mucha guita... no creo que estés leyendo esta página cualunque. Pero si vos que estás al pedo, pensás que alguna vez te vas a ganar un loto millonario y vas a conformar a tu reina del pororó con un collar de diamantes que le queme la retina ante la exposición al sol, te estás precipitando. Después de eso le vas a tener que dar un Mercedes descapotable, después un yate de lujo, después una mansión acorde a su título real... y así hasta volver a dejarte como estás ahora: pobre y zaparrastroso.

Después de algunos años de experiencia, puedo aseverar que el que pergeñó por primera vez la frase “a la mujer no hay poronga que le venga bien”, acababa de hacer una definición muchísimo más completa que todo el libro “El ser y la nada” de Jean-Paul Sartre. Pero no es para desesperar.

Tené en cuenta que por cualquier cosa que le regales, ella te va a corresponder con cara de Pablito Ruiz con novio nuevo, aunque en ese momento tenga una imágen tuya desangrándote hasta morir. Y seguramente vas a tener la recompensa que buscás: una atención sexual completa, sin dejar lugar libre de la exploración oral. Al fin y al cabo, te lo merecés.

Ahora bien. Si alguna vez, le entregás un presente a tu novia/esposa/concubina, y ella te espeta un “¿esto me compraste?” con cara de Polino de cera, o un “¿esto valgo yo para vos?” con cara de Rinaldi en trance, no lo pienses: clavále una estaca en el corazón ahí nomás, sin mediar palabra. Eso no es una mina, es el hijo del mismísimo demonio.

6 comentarios:

  1. escribís gracioso, pendejo, está muy bueno y tenés bastante razón. Y a ustedes eso les pasa por hacer todo por la recompensa!!!!

    ResponderEliminar
  2. juuaaa... hace tanto q no tengo mina (graciadio) que ya me habia olvidado de este tema....

    ResponderEliminar
  3. por supuesto que lo hacemos por la recompensa; damos por lo que recibimos...

    ResponderEliminar
  4. Claro, y cuando nos traen un regalo de las tienditas de chucherías de $15, para el día de la madre, después de haber parido con dolor sus propios hijos, ¿qué se supone que hagamos? decir gracias e ir corriendo a llorar al baño? o clavarles el tramontina con el que les estamos cocinando???? Lo justo es lo segundo!!!!!

    ResponderEliminar
  5. me parece que para este dia de la madre te trataron mal...

    ResponderEliminar